El mantenimiento de un servicio
requiere de un costo, siempre lo he entendido, lo que nunca voy a entender
es: encontrar sólo el costo, sin el
servicio. Algo que se ha vuelto cotidiano en nuestro país, sobre todo en el
sector de los restaurantes, donde se esfuerzan en tener lugares finamente
decorados, con menús exquisitos, pero con un personal sin nada de preparación
acorde a los precios establecidos por el establecimiento. A esto se adiciona,
que por ley tenemos que pagar ese "servicio", si se puede llamar así,
y todos los que lo prestan esperan una remuneración adicional, solo por cumplir
con su labor.
Otro caso son los empacadores de supermercados, algunos muy aprestados a ayudar, pero otros un tanto difíciles. Este es un servicio de comodidad y ciertamente económico (aunque depende del cristal con que se mire), pero solo algunos establecimientos se han ocupado de entrenarlos para dar un real servicio, otros no le han definido claramente su rol. Como el que nos tocó a mi amiga Juanita y una servidora en un supermercado ubicado en una plaza comercial de esta ciudad, cuando realizamos una pequeña compra, que solo ocupaba dos fundas, y le rogamos al empacador que no necesitábamos su ayuda, pero él insistía en acompañarnos al vehículo. La verdadera razón por la que nos negábamos es porque no contábamos con el efectivo para dar una propina, pero por su gran insistencia le permitimos acompañarnos, ya en el vehículo me sentía mal de no poder darle nada y tome el único dólar que llevaba en mi cartera y se lo di, y el joven empacador con cara muy fresa y de reproche me responde: Qué?, solo un dólar???
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