No existe una fórmula exacta para determinar qué detona un
agresor, pero es común ver en sus víctimas mujeres con alta dependencia
económica y emocional; y en ellos, hombres con baja autoestima, y con imagen
negativa de sus figuras materna y paterna. Sin ánimos de entrar en temas que
corresponden a profesionales de comportamiento emocional, nos atrevemos a decir
que la mujer tiene en sus manos una gran oportunidad de crear una cultura de
paz desde el hogar. Como madre, puede preparase para crear niñas
independientes, que entiendan lo importante de ser mujeres virtuosas que puedan
edificar su hogar y ser grandes compañeras para sus parejas. Pero que además,
puedan solidificar su inteligencia emocional y crear su propio patrimonio
económico.
También, podemos contribuir a la crianza de hombres emocionalmente
estables, seguros, deseosos de contar con una compañera de vida, que los
respete y los apoye; pero que forma su propia opinión de las cosas y que cuenta
con los mismos derechos sociales que él. Alguien a quien amar y de quien
recibir amor.
Cuando desde pequeños nos hacemos conscientes del valor que
tenemos, podemos detectar temprano lo que no nos conviene, podemos identificar
las acciones a tomar para mantener nuestra integridad, no solo frente a un
esposo abusador, sino frente a cualquier situación de riesgo a que se enfrente.
Siendo parte de una organización como JCI Femenina Santo
Domingo, que promueve el desarrollo de la mujer como ciudadana activa, abogamos
porque persigamos la educación como principal vía de desarrollo. Por no ser
testigos silentes ante cualquier caso de abuso que percibamos a nuestro
alrededor. Por eliminar comentarios y expresiones que fomenten la violencia y
motiven a los hombres a entender que el respeto se logra a través de la fuerza
física. Todos podemos y debemos crear acciones de vida que promuevan una
cultura de paz y que nos reafirmen que la paz es posible.
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