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lunes, 22 de octubre de 2018

El miedo a que nos llamen "Doña".


Me he pasado más años de mi vida soltera que casada, a diferencia de la mayoría de mis compañeras de escuela y universidad. Quienes tienen más de la mitad de sus años de vida casadas. Sin embargo, tienen un terrible rechazo a ser llamadas “doña”.
Es increíble como en una reunión pasada de amigas, se escuchaban anécdotas acerca de como algunas se vengaban de otras mujeres, porque la llamaron doñas, o como se habían disgustado con ciertas personas por adjudicarle tal atroz calificativo.
En realidad he recibido el mote de doña desde que tengo unos 29 años, y confieso que nunca me ha molestado, pero al recordar la reunión con mis amigas, me dio por investigar por qué molesta tanto ser llamada así.
Vamos a partir del origen, cuál es el real significado de la palabra según el diccionario de la lengua española, Doña: “Tratamiento de respeto y cortesía que se aplica a las mujeres y precede a su nombre propio”.
O sea, les repito, tratamiento de respeto y cortesía. Estoy colocando el resultado de un solo diccionario, pero busque varios y todos coinciden con el respeto y algunos agregan “distinción social”.
En ninguno de los significados, se agrega a partir de cual edad es correcto el uso de este vocablo para anteceder el nombre de la mujer. Lo que valdría la pena investigar es, a qué edad se vuelve la mujer “respetable” para que sea correcto  el uso de Doña antes del nombre.
Algo que me resultó cómico en la reunión, es que mi amiga Juanita afirmó preferir ser llamada señora, antes que doña. ¿Y saben qué?, al buscar también el significado de la palabra, me arroja este resultado: “Tratamiento de respeto y cortesía que se utiliza para dirigirse a una persona adulta; se usa solo, ante puesto al nombre propio o al apellido, o, en ocasiones, a un cargo o una profesión”.
Lo que diferencia una palabra de otra, es que Señora, si se debe usar en una “mujer adulta”. En realidad no he podido parar de reír, después de ver este significado. Todas estas mujeres han estado adjudicando el atributo incorrecto a cada palabra.
Para concluir, al reflexionar sobre esto, me he sentido mejor de haber permitido que me llamaran Doña antes de los 30, me hace entender que desde temprana edad inspire respeto a muchas personas. Y conforme voy envejeciendo sigo inspirando cierto respeto, aparentemente. Algunas personas quizás prefieren que les llamen chica, mami, mamasita, joven, muñeca, dama, señora, princesa. Y quien sabe cuántos nombres más. Yo sigo prefiriendo Doña.

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